martes, 22 de junio de 2010

LA SIESTA

Amanecen los espejos cubiertos
con lienzos negros, los ojos
de agua dejan de anegarse
y los hornos ya no huelen a madrugada.
La ciudad y los templos se preparan,
en silencio, a recibir a sus muertos,
que año con año, por esta fechas,
regresan a exhibir llagas.
Las moscas aparecen en enjambres
silenciosas; en nubes negras
las abejas se posan en el dulce;
los curas se maquillan; las catedrales esperan.
Los amantes posponen citas,
los teléfonos suspenden el sollozo,
los cuartos de hoteles permanecen deshabitados,
excepto el mío, donde corre la tinta,
mientras los libros cierran los párpados.
Sin previo aviso las avenidas quedan desiertas,
la atmósfera cobra verdadera transparencia;
y allá a lo lejos se escucha un llanto:
acaso un aeroplano, una ambulancia; acaso el sollozo
colectivo de aquellos que hacen siesta.

1 comentario:

Antonio Marquet dijo...

"los curas se maquillan" ja ja ja ja ja. Una nota perruna en medio de la soledad...