domingo, 26 de diciembre de 2010

EL PANTALÓN DE PANA

uno.
Ya perdí la noción del año que me compré el único pantalón de pana que tengo. Sólo recuerdo que el sastre que me lo ajustó de las valencianas, le hizo la bastilla hacia fuera, como de los detectives de Dashiell Hamett y Alfred Hitchcock. Pero al paso del tiempo la pana se ha luído por las lavadas y el uso: se desgasta de la entrepierna, las rodillas y las costuras de los calcañares. Además en las costuras se acumula tierra y polvo del camino. Así que planeo deshacerme de éste y tener uno nuevo antes del fin de año.

dos.
El de color crema se lo llevará el señor Nicolás, que pasa tres veces a la semana por mi cuadra. Tendrá unos 70 años, estimo, y tiene la misión de recoger cartón y periódico en los negocios de los alrededores. Dotaciones de material reciclable que lleva y trae en una carretilla. Cuando lo conocí le acompañaban dos perros callejeros, uno pachón y otro negro, a los que alimentaba en casa con vísceras de carnicerías: res, cerdo y pollo cocidos. Pero un buen día los vecinos de su barrio se los envenenaron. No me lo dijo, pero los perros y sus cuatro crías seguramente se la pasaban ladrando toda la noche. Hasta que los vecinos se hartaron.

tres.
Llegó un momento en que en la bolsa derecha del pantalón viejo apareció un agujero, por donde se me escurrìan los cigarros y el encendedor y la morralla, así que por no llevarlo al sastre cambié a la otra bolsa, la izquierda delantera, cigarros y encendedor, pero como no soy zurdo, el dinero fraccionario lo empecé a guardar en la bolsa trasera del lado derecho. Creo que me faltó decisión para utilizar la bolsa izquierda pues eso me permitiría entrenar el hemisferio derecho del cerebro, como leí en alguna parte.
   Además, en una ocasión regresé a la tienda de ropa en que compré el pantalón de pana color crema, pero me dijeron que ese año no les habìan abastecido mercancía de España, de donde procedía, así que por voluntad mía no faltó. Por otra parte, el pantalón no resultó bueno pues en dos o tres ocasiones se desprendió el botón a la altura del zipper y en otra el botón se partió en dos, que tuve que sustituir con uno que desprendí de una bolsa trasera (abrí un hoyo para tapar otro, como dicen en mi pueblo).
   Entonces, para mí vestir un pantalón con un agujero que cada vez era más grande, era como lidiar con un agujero negro que uno no sabe en dónde desemboca; o como traer a escala el triángulo de las Bermudas, por donde pueden desaparecer objetos de todo tipo. Por todo esto decidí estrenar en esta temporada.

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