lunes, 10 de enero de 2011

CUCURTO EXCEPCIONAL

La dos últimas novelas de Washington Cucurto, El curandero del amor (2006) y La revolución vivida por los negros (2008), recibieron apenas un comentario crítico cada una, en los diarios más grandes. Lo cuenta el mismo Cucurto (nacido Santiago Vega en Quilmes, 1973), más sorprendido que otra cosa. Ahora acaba de publicar Hasta quitarle Panamá a los yankis , un libro que incluye el texto largo que da nombre al volumen, seis cuentos y unas breves viñetas gráficas.


Hasta quitarle … es una sucesión de secuencias independientes, vinculadas por la aparición de algunos personajes. El narrador del relato principal es repositor en el Carrefour de la calle Salguero y de noche deambula por las bailantas de Constitución. Camina la ciudad, se vincula, se divierte, habla como si fuese una mezcla de locutor de radio tropical y presentador del espectáculo de su propia vida. Piensa en la felicidad del deseo y en la tristeza que hay en la cumbia. No hay argumento ni escenas principales y la narración se interrumpe de golpe.
Cucurto es, además, poeta y miembro de la cooperativa editorial Eloísa Cartonera, dedicada a la difusión de la literatura latinoamericana.
En Hasta quitarle … señalás una división social y estética entre “una raza inferior, explotada”, que es el mundo de la cumbia, y los “oligarcas, los gorilas del esteticismo europeo”. ¿Encontrás algo de este enfrentamiento en la literatura argentina que leés? Lo que señalo es una situación social, que seguramente existió siempre, pero que a partir de la crisis, con el surgimiento de los movimientos populares, se acentuó y quedó más al descubierto. Al ser un hecho social, debería suceder también en la literatura. Lo que yo noto, por los libros que edito en Eloísa Cartonera, es que hay un montón de escritores a los que nadie les da bola. Pero tampoco puedo juzgar lo que hacen como una literatura social, porque un poco escriben como escriben los que sí son conocidos.
¿Lo que escribís es crítico con una literatura que no permite que se expresen esas voces “explotadas”? No. En ese sentido lo que escribo no es crítico. Ni siquiera el mundo que refleja mi literatura es tal, en gran medida está inventado. No soy un cronista. Me inspiro en lo real, pero después ficcionalizo. Lo que escribo pasa por lo que miro, pero también por cómo quiero contarlo. Simplemente trato de inventar unos personajes y jugar con eso, como hacen Copi, o Reinaldo Arenas. No me interesa ser crítico.

¿El narrador que construís representa a algún grupo social o cultural particular? No. La mía es una literatura ciudadana, de los barrios, escrita con lenguaje porteño. Mi literatura sólo es representativa del lenguaje. Es un mundo de palabras. Eso es lo que se puede rescatar.

¿No hay, en lo que escribís, una provocación respecto de lo “progre”, a lo “bienpensante”? Lo provocativo muchas veces es molestar a los demás, joderlos o polemizar. En ese sentido, no creo ser provocativo. No ataco a nadie, simplemente propongo otra forma de ver el mundo, sin dramatizar. Mi forma tiene que ver con la acción desmesurada, con la fantasía, con el humor. No intenta ser transgresora, ni ofensiva. Muestra un mundo alocado, porque la vida es alocada. Es una literatura que intenta hacer reír, no provocar.

¿Por qué, entonces, hay resistencia a tu literatura? El círculo cultural esta acostumbrado a ver buenos libros, libros terminados, bien formados. Tiene una sola idea sobre las cosas, con muchos valores respecto de lo que debe ser la literatura. A mí se me mide con la misma vara con que se mide a Alan Pauls, a Martín Kohan o a César Aira. Y no se puede medir todo de la misma manera. Es una cuestión de comprensión. Mis libros son incompletos, no están ni bien ni mal, polarizan algunas cuestiones, el narrador está siempre muy mezclado con el texto. A lo mejor eso molesta, genera rechazo. Pero es un mundo distinto al de ellos. Yo siempre escribo tratando de que los demás entiendan que puede haber otra cosa.


(No has leído gran cosa de Cucurto, sólo poemas sueltos perdidos en la red y los relatos incluidos en "Cosa de negros" (2003), historias donde los personajes son el habla, los giros coloquiales pero sobre todo, ciertas zonas marginales o no, de la ciudad. En todo caso hay criaturas en vías de construcción-conformación sicológica en tanto seres en tránsito: migrantes llegados de puntos circunvecinos como Uruguay, Paraguay o simplemente de otras provincias en donde todo es interior, provincia, donde cada uno aspira a salir de la mediocridad como pasar una tardeada luciendo la ropa, los pasos de la última cumbia de moda o en busca de aquella chica con la que una vez ligó el narrador. Nada del otro mundo, sólo un mundo que recrea o es recreado desde la periferia jodida, pobre, lumpen. Acaso esto es, precisamente, lo que no está de moda en editoriales como Anagrama, Tusquets y Siruela y a lo que se refiere Washington Cucurto sin percatarse... Nota sustraída de Ñ, revista de cultura, Buenos Aires.)

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