martes, 31 de mayo de 2011

IRENE, LEJOS DEL PARAÍSO

uno.
En este pueblo sepultaron a Irene. De ella guardo retazos de un sudario, una camisa arrugada, un mechón de trigo, un pañuelo hecho bolas, dos nudillos que tocaron a su puerta, una silla de ruedas, aquel par de muletas con las que no subió la escalera empinada al cielo.

dos.
En los corredores de este hotel no espera nadie a Irene, nadie la recuerda:

   Aunque fue madre de varios, algunos abandonaron la ciudad para siempre, otros, como ella, reposan en un cementerio invadido de yerba silvestre, con los puños crispados en el torso, con las manos en la orilla del pubis, con los ojos semiabiertos del vidente, con los labios brevemente separados del sediento.

tres.
Irene reposa en el camposanto sin nombre, sin lápidas que recuerden dos fechas, dos apellidos, un par de trenzas desatadas, dos padresnuestros, dos avesmarías, un credo, un llanto seco, sin babas, sin mocos. Es un jadeo austero, que repta en el galillo cerrado, en la tráquea del cáncer. Lejos, muy lejos del paraíso.

cuatro.
En este pueblo de límites alambrados, sin cruces en los cementerios, sin agua bendita en las pilas, con las puertas al campo derrumbadas, vine a buscarla, a Irene, cuyo cuerpo fue encontrado sin vida hace más de trece lustros.

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