lunes, 16 de mayo de 2011

SABATO: VOCACIÓN POR EL LENOCINIO

En 1963 Ernesto Sabato escribió el extraño ensayo “Tango, discusión y clave” en el que aborda el mundo tanguero, sus pasiones y sus circunstancias. El libro está organizado en tres unidades (opiniones del autor, opiniones ajenas y diccionario lunfardo) antecedidas por un prólogo imperdible. Desatendido en medio de una obra copiosa, aquel ensayo no solo es una guía para adentrarnos en los misterios del tango: bien mirado, también es un mapa para entender el universo de su autor.
Como prólogo el libro lleva unas palabras del propio Sabato dirigidas a Jorge Luis Borges; allí lo convida a la lectura de sus páginas y le confiesa que “mucho me gustaría que no le disgustasen. Creameló.” Pese a que al momento de la publicación ambos escritores se hallaban enfrentados, Sabato reconoce en Borges a un referente: “Cuando yo era muchacho, en años que ya me parecen pertenecer a una especie de sueño, versos suyos me ayudaron a descubrir melancólicas bellezas de Buenos Aires”. Como se ve, el halago no impide el inocente subrayado de la diferencia de edad.
En ningún momento Sabato se propone una investigación definitiva que clausure las discusiones tangueras, mucho menos la creación de un manual escolar; simplemente busca dar testimonio de sus pareceres y compartir “estas páginas que se me han ocurrido”. En la primera parte del libro conviven todos los Sabatos posibles: a veces se convierte en historiador, otras en sociólogo, en algunos casos prima el hombre de letras, en otros el amante de la filosofía y de tanto en tanto se calza guantes de boxeo y sale a defender sus puntos de vista como lo haría cualquier otro vecino cabrero de Santos Lugares. Este acercamiento amplio, profundo y sincero hasta la contradicción lo ayuda a encontrar el alma allí donde otros solo buscan fechas: “Los millones de inmigrantes que se precipitaron sobre este país en menos de cien años, no solo engendraron esos dos atributos del nuevo argentino que son el resentimiento y la tristeza, sino que prepararon el advenimiento del fenómeno más original del Plata: el tango”. Esta certeza será la esencia de su visión sobre el tango, su sitio de partida y su punto de llegada.
Sabato propone una revisión de lecturas ingenuas sobre los orígenes turbios y el linaje prostibulario del tango y afirma que en el lazo con el bajo fondo no debe leerse pintoresquismo sino desesperación: “Cierto es que nació en el lenocinio, pero ese mismo hecho ya nos debe hacer sospechar que debe ser algo así como su reverso, pues la creación artística es un acto casi invariablemente antagónico, un acto de fuga o de rebeldía”. El sujeto tanguero, ante todo, conoce la soledad, el desarraigo, la finitud y emprende, acaso sin saberlo, las preguntas metafísicas: “Si el hombre es transitorio en Roma, aquí lo es muchísimo más, ya que tenemos la sensación de vivir esta transitoria existencia en un campamento y en medio de un cataclismo universal, sin ese respaldo de la eternidad que allí es la tradición milenaria”.
En la segunda parte del libro, Sabato se hace a un lado y cede la palabra a autores que han pensado y escrito sobre el tango. Numerosas voces dialogan, discuten y se pelean por medio de citas en un coral audaz que recorre la historia del estudio del tango. Y es acaso esa mirada amplia y polifacética, esa necesidad de abordar su objeto de análisis desde todos los frentes posibles, lo que termina de exponer la íntima conclusión: es posible pasar la vida hablando del tango, es imposible explicarlo.


(Ramiro Gigliotti, "Sabato en clave tanguera", reseña de un libro olvidado del autor de "El túnel", aparecida en la revista Ñ del diario Clarín, en donde se expone la vocación cuchillera de Borges y Sabato para disertar sobre un oficio propio de los bajos fondos argentinos.)

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