miércoles, 10 de agosto de 2011

SIERRA DE CHIHUAHUA: UN DIAGNÓSTICO

En nuestra Sierra Tarahumara, la riqueza y la pobreza coexisten: se causan y se alimentan mutuamente. La miseria de muchos es el enriquecimiento de pocos. Minería a cielo abierto; cultivo de enervantes y hambruna de las comunidades por la sequía son los ejes de la emergencia humanitaria y ambiental en nuestras montañas.

Día a día esta abrupta geografía se transforma por el desplazamiento de millones de toneladas de materiales y la tala de miles de árboles por arte de los grandes proyectos mineros. Las empresas canadienses han caído por acá como los prófugos extremeños que vinieron a conquistarnos hace cinco siglos. Ahora casan sus razones sociales con los locativos indígenas o mestizos: Mine Finders en Huizopa, Agnico Eagle en Ocampo; Coeur d’Alene en Chínipas; Gold Corp en Urique.
Para muestra, el botón de Huizopa, municipio de Madera. La corporación Mine Finders al principio encontró una fuerte resistencia en la directiva del ejido Dolores, inspirada todavía en Arturo Gámiz, quien fue maestro en la pequeña escuela del poblado. Exigían a la corporación una parte razonable de las ganancias, de acuerdo a los reportes a los accionistas de ésta; obras de mitigación de los daños ambientales; casas y solares urbanos adecuados, ya que la principal veta va por abajo del antiguo poblado; construcción de la carretera a Ciudad Madera y apoyo a las pequeñas empresas de los ejidatarios para que funjan como proveedoras de bienes y servicios de la minera. La compañía canadiense no tuvo recursos suficientes para cumplir las exigencias pero sí para dividir a la comunidad y cooptar a un grupo disidente, que luego se apoderó de la directiva.
Los resultados: se han arrasado cientos de hectáreas de bosque; al abrirse grietas en la piscina de lixiviación, se generaron fugas de cianuro de sodio e hipocloritos que contaminan las fuentes del río Yaqui, suelo y bosques. Las descargas de los drenajes de los campamentos de trabajadores contaminan también arroyos y manantiales. Ha habido despojo de tierras al ejido. Para que todo esto se invisibilice se censura a los medios de comunicación locales y se hostiga a quienes se atreven a denunciar, como ha sucedido al profesor Dante Valdez.
Así sucede por donde las mineras han venido a sentar sus reales: tan sólo en Chihuahua hay 109 proyectos mineros y 2.7 millones de hectáreas concesionadas a un puñado de compañías extranjeras, el 10.7 por ciento del total concesionado a nivel nacional y el 11por ciento de la superficie toda de la entidad más extensa de México. El auge minero se explica porque el precio del oro se ha disparado en los últimos cinco años desde 600 dólares la onza a mil 643 en estos días. Y las utilidades de las empresas en México se fueron de 207 millones de dólares en 2002 a tres mil 133 en el 2010.
La yerba es otra de las riquezas escrituradas por el diablo a la sierra de Chihuahua. A pesar de la guerra calderoniana contra el narcotráfico el cultivo de mariguana y amapola se ha expandido. Parte de los incendios forestales de la primavera pasada fue provocada, no por la sequía, sino por los narcosembradores que quemaban el bosque para abrir nuevas tierras al cultivo. Al concentrarse la actividad policiaco-militar en el combate a los cárteles en las ciudades se ha relajado la vigilancia sobre el cultivo de enervantes. Así, la erradicación de plantíos durante los cuatro primeros años de Calderón se redujo en un 44 por ciento y a febrero de 2009, se hablaba de que la superficie cultivada de los mismos había ascendido en un 200 por ciento.
Todo esto tiene un doble significado para las comunidades serranas: para algunas familias representa la única oportunidad de hacerse de un ingreso, para otras, la amenaza continua sobre sus vidas, sus tierras y sus magras pertenencias. Aunque durante el tiempo de cultivo reina una calma chicha en cuanto empiezan la cosecha y la venta, la violencia y la disputa del territorio entre los cárteles se intensifican. En el microcosmos de la Sierra de Chihuahua, el Estado, como dice Jean Robert, se ha divorciado de la ética, lo que imposibilita la distinción entre la economía lega y la economía del crimen. Ni evita el despojo, ni modera la riqueza ni es eficaz para reducir el sufrimiento de la gente. ¿Se requieren más signos de decadencia para convencernos que urge refundar el Estado, pero desde abajo?


(nota editorial tomada del Diario de Chihuahua, de Víctor M. Quintana S.)

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