domingo, 12 de febrero de 2012

Pessoa, pozo inagotable

A lo largo de toda su vida, Fernando Pessoa acarreó siempre de acá para allá un arcón que le acompañó en sus muchas mudanzas y en el que iba guardando, en un orden a veces indescifrable, los miles de papeles que contenían escritos suyos que no publicó. Tras su muerte en 1935 el baúl quedó en la casa de su hermana, en Lisboa, que lo conservó casi intacto durante décadas. Allí, a la casa de la hermana, acudían los investigadores portugueses en los años cincuenta y sesenta —muchos casi de tapadillo a causa de la dictadura de Salazar— a expurgar entre los papeles del poeta en busca de tesoros literarios. Los había: Pessoa dejó cerca de 25.000 documentos en ese baúl mágico.

Entre otras cosas, el arca encerraba hojas sueltas, cartas, carpetas con libros inconclusos, poemarios, escritos inclasificables, reflexiones, cuadernos, semidiarios, confesiones, estrofas, los sobres que contenían el Libro del desasosiego y hasta un arranque de novela policiaca que Pessoa no terminó, inspirada en cuando, en 1930, ayudó a un mago famoso de la época a fingir un suicidio para que éste recuperara a su mujer.
El baúl aún esconde aparentes joyas: hace dos semanas dos especialistas de la obra del poeta editaron el —por ahora— último libro de Pessoa, con medio centenar de textos inéditos, titulado Sebastianismo e Quinto Império. El volumen es temático y reúne, según los compiladores, el portugués Jerónimo Pizarro y el colombiano Jorge Uribe, algunos escritos en prosa sobre "la dimensión mítica de la nacionalidad portuguesa".
Los estudiosos de la obra de Pessoa ya no tienen que ir a la casa de la hermana del escritor, abrir el arca y rebuscar. La herencia se encuentra ordenada en la Biblioteca Nacional de Portugal desde 1979 y el arcón fue subastado hace tres años y vendido a un particular anónimo por 60.000 euros. Pero los papeles del poeta presentan las mismas dificultades para descifrarlos y ordenarlos que en los años sesenta: en una misma hoja, Pessoa solía escribir —con una letra intrincada y diminuta, además— un poema y al lado un bosquejo de ensayo; o una carta y por detrás la corrección del anterior poema citado; o varias versiones del mismo poema. Según recuerda uno de los mayores especialistas actuales de Pessoa, Richard Zenith, el poeta solía comenzar proyectos de libros que luego se ramificaban en principios de obras distintas que a la vez se metamorfoseaban en otra cosa y que, la mayoría de las veces, quedaban inconclusas pero con descubrimientos bellísimos por el camino.
Dentro de esta actualidad pessoana, la Fundación Gulbenkian, en Lisboa, organiza una exposición sobre el poeta, titulada Pessoa, plural como o universo, que se inaugura hoy. La muestra reúne algunos de esos cuadernitos suyos que comenzaban como diarios y poemarios y que acababan siendo, por ejemplo, libros de contabilidad donde anotar las deudas de las casas comerciales para las que el escritor trabajaba. En la Gulbenkian se incluyen muchas referencias a los otros yo del poeta, a sus heterónimos, a los varios poetas distintos para los que el mismo Pessoa inventó estilo, biografía y carácter. Hay páginas memorables, como aquella en la que, al lado de un poema, figura este apunte premonitorio: Título: desasosiego.
Richard Zenith conoce bien el legado de Pessoa: "Aún hay inéditas muchas de sus páginas en prosa, sobre todo las referentes a la política. En verso no tanto. El problema es clasificarlo todo. ¿Cómo ordenas esas hojas que están imbuidas de ese caos creativo en el que vivía Pessoa, en donde hay mezclados textos disímiles y, a veces, tal vez, escritos por heterónimos distintos? A él le gustaba estar en movimiento, y su obra parece responder a ese movimiento continuo también".
En una de las vitrinas se expone la página que da título a la exposición: una hoja blanca en la que figura, escrita con la caligrafía complicada de Pessoa, Plural como o universo, sin que se sepa si es un verso suelto, el principio de una estrofa truncada, un aforismo o el título de un libro que no llegó a escribir. Al lado, en uno de esos cuadernos-diarios, hay una hoja fechada el 1 de noviembre de 1935, sólo 30 días antes de morir, en la que figura el último poema que escribió, y que arranca así: "Que triste a noite sem lua [qué triste la noche sin luna]".


(Entender a Fernando Pessoa a partir de sus seudónimos, más de los que conocemos, es un enigma vuelto rompecabezas; comprenderlo a través de sus distintas voces y personalidades inventadas y sus manuscritos inéditos es procurar adentrarte en la locura. Nota de Antonio Jiménez Barca en El País en línea.)