jueves, 3 de julio de 2014

Robert Frost (1874/1963 )

Un arroyo en la ciudad

La granja permanece reacia a ajustarse
a la nueva calle de la ciudad, que ahora debe llevar un número.
¿Pero qué hay sobre el arroyo
que sostenía a la casa en el recodo?
Yo pregunto como alguien que conoció el arroyo, su fuerza
e ímpetu, habiendo mojado la medida de un dígito
y hecho saltar mi nudillo, habiendo arrojado
una flor para probar donde cruzaban sus corrientes.
El pastizal podría ser pavimentado
para detener su crecimiento bajo los cimientos de un pueblo;
los manzanos llevados a las llamas de una chimenea de piedra.
¿Le servirán igual los leños del agua?
¿Cómo se dispone de una fuerza inmortal
que ya no se necesita? ¿Restañarla a su fuente
con bloques de hormigón contra la corriente? El arroyo fue arrojado
hacia una cloaca, una mazmorra profunda bajo la piedra-
para correr y vivir en la fétida oscuridad-
y todo por algo que nunca hizo
excepto, quizás, olvidar andar con temor.
Nadie sabrá, salvo por los antiguos mapas
que ese arroyo llevaba agua. Pero me pregunto
si al mantenerlo abajo para siempre
los pensamientos no se habrán elevado
para proteger a esta ciudad nueva
tanto del sueño como del trabajo.


(fuente: "otra iglesia es imposible", versión de Marina Kohon)

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