martes, 24 de noviembre de 2015

Rubén Bonifaz Nuño (1923–2013)

Fuego de pobres

34

Ha llegado el olor, el filo
de su dental caricia, la preciosa
amarga flor nocturna: madre nuestra,
collar que junta nuestros cuellos.

Y voy como embriagado, como en dicha,
como herido me llevan; como sueño
póstumo al despertar, como si hubiera
bebido hasta embriagarme, estoy viviendo.
Como en vino saciado.

¿Dónde el agobio, dónde la pobreza?

Era, de pronto, levantarse
descalzo y con temor, y a media noche,
y a recorrer la casa despoblada
-yo mismo el enemigo- con la inútil
esperanza de que fuera sólo
un paso de ladrón el escuchado.

Mujer salobre y única,
desnuda irresistiblemente,
que camina, simplísima y desnuda
debajo de sus ropas, madurando
la cosecha de aceites y de humo.
Único día de la vida.

Como en halo de lámpara,
como en regazo tuyo, como en tibio
paladar, sujetado, me someto;
librado a la fortuna, reconquisto
mis brazos y mis deudas, y levanto
mi victoria terrestre.

Yo te regalo ahora
lo que me liga a ti; yo me pregunto,
en medio, qué seguimos; qué pretende
tu corazón
                       Acaso yo te miro
en verdad; acaso donde el siempre
y el nunca vuelven comprensibles
la granada y el orden de las uvas,
y el gregario esplendor de la mazorca,
y la miel colectiva.

No sin trabajo y guerra me divido
por dentro, y tú me asilas y reúnes
debajo de tu brazo. Y no es en vano.


(´´fuego de pobres´´, fce, méxico, 2007)

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