sábado, 5 de diciembre de 2015

Joseph Brodsky (1940/1996 )

Artículo para la Enciclopedia


Miserable y magnífico país.
Colinda al este y al oeste con las playas
de dos océanos. En medio las montañas,
densos bosques, llanuras de caliza, altiplanicies
y chozas campesinas. Al sur las selvas
y las ruinas de imponentes pirámides.
Hacia el norte se extienden plantíos y cowboys
que se esconden con muy poca fortuna en los EE UU
y permiten dilatarnos un poco en el comercio.

Aquí se exporta mucha marihuana, metales no ferrosos
y un café regular,
puros que llevan con orgullo el nombre de Corona
y baratijas que hacen artesanos locales.
(Nubes, debo añadir). Se importa
lo de siempre, y, por supuesto, rifles.
Si se tienen bastantes
es un poco más fácil construir el Estado.

Aunque la historia del país es triste,
no se puede decir que sea exclusiva. Se insiste
en que el peor desastre fueron los españoles
y el exterminio despiadado de la antigua
civilización azteca –es la versión
llana y local del trauma de la Horda Dorada.
Con una diferencia: los españoles
sí les quitaron su montón de oro.

Es República hoy día. Una bandera
tricolor ondea en el palacio
presidencial. La Constitución es excelente.
El texto, con las marcas de muchos dictadores,
yace como un tesoro dentro
de la Biblioteca Nacional, a salvo tras un vidrio verde
a prueba de balas –el mismo, es de notar
que adaptaron al Rolls Royce del Presidente.

Ese cristal es lo que nos permite
una ojeada al futuro. Para entonces la gente
aumentará sin duda. Los peones
se afanarán rítmicamente con la azada
bajo un quemante sol. Algún hombre de lentes
hojeará con tristeza a Marx en un café.
Y en la piedra una pequeña lagartija
alzando la cabeza contemplará pasiva
allá en lo azul


el vuelo de una nave espacial.


("el hombre aproximativo", sin cr. al traductor)

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