jueves, 13 de octubre de 2016

Adélia Prado (1935 )

El poder de la oración


Ciertas mañanas, desrezo:
la vida humana es demasiado miserable.
Un pequeño desajuste en los huesitos
hace doler mi espalda.
Siento ganas de vociferar a Dios.
El está escondido pero responde:
“la tela de jean no encoge”.
Y yo entiendo perfecto
el conmovedor esfuerzo de la humanidad
que se hace ropa nueva para ir a la fiesta,
el plato esmaltado donde le gusta comer,
un plato hondo verde inmenso mar lleno de historias.
La vida humana es muy venturosa.
“¿La tela de jean no encoge?”
Mi corazón tampoco.
Cuando en ciertas mañanas desrezo
es por olvido,

sólo por desatención.


("el poeta ocasional", s/c al traductor)


Fotografía



Cuando mi madre posó
para éste que fue su único retrato,
apenas consintió en tener las sienes curvas.
De todos modos, hay un deseo de belleza en su rostro
que una doctrina dura ha contenido.
La boca es conspicua,
pero las orejas se muestran.
El vestido es negro y cerrado.
El temor de Dios circunda su semblante,
como una cadena. Luminosa. Pero cadena.
Sería un retrato triste
si no viese en sus ojos un jardín.
No de aquí. Pero jardín.


("la biblioteca de marcelo leites", trad. claudia schvartz y fernando noy)

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