lunes, 18 de diciembre de 2017

Bernardo Arias Trujillo (1903/1938 )


Roby Nelson



Lo conocí una noche estando yo borracho
de copas de champaña y sorbos de heroína;
era un pobre pilluelo, era un lindo muchacho
del hampa libertina.
Ardía Buenos Aires en danza de faroles;
sobre el espejo móvil del Río de la Plata
fosforecían las barcas como pequeños soles
o pupilas de ágata.
En el asfalto móvil de la amplia costanera
el arrabal volcaba sus luces de colores:
poetas, pederastas, muchachas milongueras,
apaches, morfinómanos, artistas y pintores.
Los pecados ladraban como perros sin dueño
entre la bulliciosa cosmópolis del bar;
los marinos iban en góndolas de ensueño
sobre las aguas líricas del mar.
En un ángulo turbio miro desde mi mesa
a un pálido chiquillo que sonríe y me mira
y a través de las gotas rubias de la cerveza
mi lujuria conspira.
Tiene catorce años y en sus hondas pupilas
cercadas por paréntesis lívidos de violeta,
ojeras prematuras del vicio, ojeras lilas
de onanista o asceta.
¿Quién eres tú?, le dije,
rozando sus cabellos ondulantes de eslavo.
¡Yo! soy un niño triste…
Roby Nelson me llamo.
Roby Nelson… lindo nombre de golosina,
nombre que suena a dulces tonadas de ocarina,
nombre que tiene dóciles inflexiones de amor
y una delicadeza enfermiza de flor.
Y pienso: Este muchacho
es un retoño de hombre que errará por el mundo,
en sus pupilas grises hay un dolor profundo,
es hijo de inmigrantes venidos de lejanos países
y en su cuerpo errabundo
se ha cruzado la sangre de dos razas tristes.
Se llama Roby Nelson, flor del barrio,
que va de muelle en muelle, de vapor en vapor,
este chico vicioso de cabellos de eslavo
vende cocaína y amor.
Es hijo de la noche y huésped del suburbio,
hoja de Buenos Aires que el viento arrebató,
desperdicio del vicio, pobre pétalo turbio
que un arroyo se llevó.
Tal vez en un hospicio su cuna se meció
y es hijo de prostituta y de ladrón.
¿Quieres estar conmigo esta noche pilluelo?
Y sus ojos piratas me dijeron que sí.
Mi sangre trepidaba entre llamas de anhelo
y naufragué en un tibio frenesí.
Besé entonces los lirios ignotos de sus manos,
la fresa de su boca congelada de frío;
nos fuimos vagabundos por los diques lejanos
y en esa noche griega fue s...


("el malpensante")

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